¿DESDE CUÁNDO SE CELEBRA LA NAVIDAD COMO HOY LO CELEBRAMOS?
San Francisco de Asís celebró la primera Navidad.
“Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo del
parto; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo
acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue” (Lc
2,6-7). Este misterio ha sido pregonado por todos los profetas; así lo dice el
Profeta mayor: “Un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. El poder y la
gloria reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: Consejero maravilloso,
Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz"(Is 9,5). San Pablo por
su parte dice: “Cuando se cumplió el
tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la
Ley, para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos
adoptivos” (Gal 4,4-5). Este acontecimiento grandioso para San Francisco significó:
Que Dios altísimo se humanizó. Por eso vio conveniente recordarlo a inspiración
del mismo altísimo el misterio del nacimiento del hijo de Dios.
En la Vida primera, escrita por Tomás de Celano en 1228, el
primer biógrafo de san Francisco describe con todo entusiasmo cómo celebró
nuestro Padre San Francisco la Navidad del año 1223 (Primera escenificación del
pesebre) en el pueblecito de Greccio: “Deseo celebrar la memoria del niño que
nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió
en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado
sobre heno entre el buey y el asno” (1 Cel 84-86). San Buenaventura también se basó
en este relato para narrarnos, de forma más breve, el mismo acontecimiento en
su Leyenda Mayor, escrita en 1262 (LM 10, 7). Ambos relatos nos relatan sobre
la famosa celebración navideña:
El Pobrecillo de Asís quiso reproducir, con la máxima
fidelidad posible, un segundo Belén, con el buey y el asno, sirviéndose de una
hendidura natural en la roca como cuna para el Niño Jesús, en plena naturaleza
y en el corazón de la noche. Pero no sólo quiso reproducir visiblemente el
acontecimiento de Belén; Francisco quería también que los asistentes
participaran de lo que allí se celebraba y que la celebración les impulsara a
una fe más profunda y a una devoción más ardiente. Así pues, invitó a todos los
hermanos de los eremitorios cercanos, al igual que a la gente de Greccio y de sus
alrededores. Acudió con todos ellos, en solemne procesión, llevando velas y
antorchas, al lugar previamente preparado y, una vez allí, empezó la sagrada
representación del misterio del nacimiento del Hijo de Dios. Debe subrayarse
que una parte de esta celebración nocturna y a cielo abierto consistió
precisamente en la celebración de la misa. Francisco participó en ella en su
calidad de diácono. Cantó con voz emocionada el evangelio del nacimiento de
Cristo, y luego predicó. Pero su predicación no fue una exposición doctrinal,
sino más bien una representación mímica. Predicó con el corazón y con las
manos, con el rostro y con los gestos, con palabras y con todo su ser. Su
cuerpo entero expresaba la plenitud de sus experiencias íntimas. Como dice
Celano, cuando pronunciaba las palabras «Je-sús» parecía un niño tartamudo o
una oveja que bala.
Tras tan singular e inimitable predicación, que reproducía
con gestos más que con palabras el misterio del nacimiento del Hijo de Dios, el
hermano sacerdote se acercó junto con Francisco al altar preparado sobre la
roca y prosiguió la eucaristía. El misterio de la encarnación de Dios desemboca
en el misterio de la redención y en el de la nueva presencia de Cristo glorioso
en la eucaristía. Si Francisco proclamó y visualizó mímicamente el nacimiento
de Cristo con tanta emoción y expresividad, podemos imaginarnos el fervor con
que saludaría después al Redentor que se hacía presente sobre el altar, cómo lo
adoraría y con cuánta fe lo recibiría.
La celebración navideña de Greccio fue mucho más que la
representación de un misterio. Por su vinculación con la misa, fue una
celebración litúrgica cuasi-dramática, cuyo punto esencial consistió, no en la
representación de una historia, sino en la actualización y vivencia de un
misterio de fe. De hecho, según afirma Celano, la fe, apagada en los corazones
de muchos, se despertó a una nueva vida (1 Cel 86b). La liturgia navideña de
Greccio no queda anclada en el acontecimiento de Belén, sino que sigue a Jesús
hasta el Gólgota (vía crucis en semana santa) y lo reconoce como el Redentor y
el Glorificado que desciende nuevamente hoy hasta nosotros y se nos da en la
comunión (Santa Eucaristía). Así pues, Belén, la cruz y el altar quedan
ensamblados en una misma celebración de fe en Greccio. No es, por tanto,
difícil descubrir en todo ello una vinculación con el Salmo Navideño, cuyo
rasgo distintivo, como antes vimos, radica en la visión unificada de la cuna y
la cruz. En la celebración de Greccio el arco se amplía todavía más, llegando
hasta la eucaristía, donde Dios continúa entregándosenos cada día. La Navidad
de Greccio fue una fiesta única, y esto en un doble sentido: en primer lugar,
porque ni Francisco ni sus hijos espirituales la repitieron; y, además, porque
es incomparable e irrepetible.
Por otra parte, no debemos olvidar que, a pesar de toda su
singularidad, la expresiva y eficaz representación del misterio de la Navidad
en Greccio, si exceptuamos la celebración de la eucaristía, se inscribe dentro
de la tradición medieval de las representaciones de los misterios del tiempo
navideño.
Así pues, con la escenificación de la Nochebuena, Francisco
se halla, por una parte, dentro de la corriente de su tiempo; pero, por otra,
la vinculación de esta representación con la eucaristía es un elemento nuevo y
presenta rasgos singulares e inimitables que hay que agradecer a las dotes de
simplicidad e improvisación de Francisco. Toda su celebración litúrgica
cuasidramática está impregnada de la experiencia y transmisión de la fe de
Francisco, tan personal, global y sensible. Aquí y en la universal popularidad
del Santo radica el que la voz popular quiera presentarlo como el introductor y
difusor del belén. Pero el Pobrecillo de Asís no tiene necesidad de esta falsa
gloria.
“Haz lo que amas y ama lo que haces y serás feliz”
La felicidad es la única opción que el hombre tiene, pero no
se da cuenta. El que hace lo que ama y ama lo que hace ha optado por ser feliz
y el éxito que deberá llegar cuando deba. Lo que debe ser será, y llegará
naturalmente. No hagas nada por obligación, ni por compromiso, sino por AMOR. Nos
dijo San Pablo “Todo lo que hagas, hazlo con amor” (I Cor 16,14) Entonces,
habrá plenitud, y en esa plenitud todo es posible, sin esfuerzos, porque te
mueve la fuerza natural de la vida. Dios
te puso un ser humano a cargo y ese eres tú. A ti debes hacerte libre y feliz.
Después podrás compartir la vida verdadera con los demás. Recuerda a Jesús la
respuesta que dio al doctor de la ley: “¿cuál es el mandamiento más grande de
la Ley? Jesús le respondió: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con
toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer
mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas" (Mt
22,36-40). Reconcíliate contigo, ponte frente al espejo y piensa que esa
criatura que estás viendo es obra de Dios y decide ahora mismo ser feliz, la felicidad
es una decisión, no algo que te llegará de afuera. Además la felicidad, no es
un derecho sino un deber, porque si no eres feliz estas amargando a todo el
mundo. Recuerda que una sola fruta malograda echa a perder toda la caja.
Un sólo hombre, (Hitler) que no tuvo ni talento ni valor
para vivir, mandó a matar seis millones de hermanos judíos. Hay tantas cosas
para gozar y nuestro paso en la tierra es tan corto, que sufrir es una pérdida
de tiempo. Tenemos para gozar la nieve
del invierno y la flor de la primavera, el cebiche, la sonrisa de un niño, la ternura
de una madre, la sabiduría del abuelo, entre tantas maravillas. Si tienes cáncer o SIDA, pueden pasar dos
cosas, las dos son buenas. Si te gana, !te liberas del cuerpo que es tan
molesto!: “Tengo hambre, tengo frío,
tengo sueño, tengo ganas, tengo razón, tengo dudas”. Si le ganas a esto males;
serás más humilde, más agradecido, por lo tanto fácilmente feliz, libre del
tremendo peso de la culpa, la responsabilidad y la vanidad, dispuesto a vivir
cada instante profundamente, como debe ser.
En estas fiestas de navidad de qué paz podíamos hablar si
hay un niño que se muere de hambre en el mundo. Ayuda al niño que te necesita,
ese niño será un día socio de tu hijo, ayuda a los viejos y los jóvenes te
ayudarán cuando lo seas. Además el servicio es una felicidad segura, así como
gozar de la naturaleza y cuidarla para el que vendrá. Da sin medida y te darán
sin medida; dijo San Pablo: “Quien siembra tacañamente, tacañamente cosechará”
(II Cor 9,6). Ama hasta convertirte en lo amado, y más aún, hasta convertirte en
el ser hecho amor. Este es el amor ágape,
presupuesto con el que Jesús vino al mundo y subió a la cruz. Y así nos lo hizo
saber: “Les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros como yo les he
amado” (Jn 13,34).
Te invito que pienses unos segundos en el dolor y la miseria
de aquel pequeño, de esa pobre criatura, de ese niño abandonado, del niño que
deambula carita sucia por las calles y sin el espíritu y ganas de vivir. Porque
no encuentran una posada, una gota de afecto, no saben lo que significa oír la
voz de su mama: “hijito toma este juguete que te compré por la navidad”. Hoy, y
en estos ahora momentos en el mundo cantidad de niños se están muriendo de
hambre.
Piensa en el niño que camina comiendo su moquito, cara
rajada, labios ensangrentados, sus piececitos llenas de polvo, piensa en ese
niño que de la basura rodeada de perros come lo que encuentra, piensa en el
niño que duerme en el parque cubierto con unos cuantos periódicos o cartones
sucios. Piensa en ese niño que a su corta edad ya sabe lo que es la droga, el
alcohol piensa en ese niño que ya sabe agarrar el cuchillo y ya sabe asaltar,
pero también piensa en ese niño que a su corta edad y sabe lo que es ganarse un
centavo para su pan.
Piensa ese adolescente que a su edad tendría que brillar en
sus ojos la pasión por vivir y amar, pero que vive en lamentos y lamentos
porque no sabe que es un abrazo de mama o papa, piensa en ese muchachito
adolescente que no sabe qué se llama porque nunca se interesaron por su
identidad, piensa esa muchachita adolescente que lleva en brazos una bebe,
fruto de una violación, piensa esa chiquilla que vende su cuerpo a cambio de
unos cuantos centavos miserables.
No es cierto que, muchos de Uds. papás y mamás llegan a la
casa solo a dormir y sus niños o sus hijos no saben cómo paso el día, no saben
con quienes paso el día, no saben si comieron o no, si fueron al colegio o no,
si hicieron su tarea o no y si un día te enteras que tu hijo está durmiendo en
la calle envuelto en la droga, quizá ya sea tarde. Y si llega a casa llega a robar, a pegarte o
querer matarte… por eso es importante hablar de una educación seria para sus hijos,
una educación humana en base al amor y afecto, y no una educación tradicional,
formal o mera instrucción.
El mejor regalo que puedes ofrecerte en estas
fiestas de navidad es: salir a la calle, será una bendición de Dios hallar un
niño pobre: invítalo a cenar contigo en la noche buena. Entonces podrás
decirte: el amor si existe y soy parte de ello o mejor dicho “Dios está en mi”
porque: “Vivo yo pero no soy yo el que vive es Cristo quien vive en mi”
(Gal 2,20) Por que Dios es amor (IJn 4,8). Entonces si podrás pregonar ¡FELIZ NAVIDAD!