lunes, 22 de diciembre de 2014

LA PRIMERA NAVIDAD CELEBRADA POR FRNCISCO DE ASIS




¿DESDE CUÁNDO SE CELEBRA LA NAVIDAD COMO HOY LO CELEBRAMOS?

San Francisco de Asís celebró la primera Navidad.

“Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo del parto; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue” (Lc 2,6-7). Este misterio ha sido pregonado por todos los profetas; así lo dice el Profeta mayor: “Un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. El poder y la gloria reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz"(Is 9,5). San Pablo por su parte dice:  “Cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos” (Gal 4,4-5). Este acontecimiento grandioso para San Francisco significó: Que Dios altísimo se humanizó. Por eso vio conveniente recordarlo a inspiración del mismo altísimo el misterio del nacimiento del hijo de Dios.  

En la Vida primera, escrita por Tomás de Celano en 1228, el primer biógrafo de san Francisco describe con todo entusiasmo cómo celebró nuestro Padre San Francisco la Navidad del año 1223 (Primera escenificación del pesebre) en el pueblecito de Greccio: “Deseo celebrar la memoria del niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno” (1 Cel 84-86). San Buenaventura también se basó en este relato para narrarnos, de forma más breve, el mismo acontecimiento en su Leyenda Mayor, escrita en 1262 (LM 10, 7). Ambos relatos nos relatan sobre la famosa celebración navideña:

El Pobrecillo de Asís quiso reproducir, con la máxima fidelidad posible, un segundo Belén, con el buey y el asno, sirviéndose de una hendidura natural en la roca como cuna para el Niño Jesús, en plena naturaleza y en el corazón de la noche. Pero no sólo quiso reproducir visiblemente el acontecimiento de Belén; Francisco quería también que los asistentes participaran de lo que allí se celebraba y que la celebración les impulsara a una fe más profunda y a una devoción más ardiente. Así pues, invitó a todos los hermanos de los eremitorios cercanos, al igual que a la gente de Greccio y de sus alrededores. Acudió con todos ellos, en solemne procesión, llevando velas y antorchas, al lugar previamente preparado y, una vez allí, empezó la sagrada representación del misterio del nacimiento del Hijo de Dios. Debe subrayarse que una parte de esta celebración nocturna y a cielo abierto consistió precisamente en la celebración de la misa. Francisco participó en ella en su calidad de diácono. Cantó con voz emocionada el evangelio del nacimiento de Cristo, y luego predicó. Pero su predicación no fue una exposición doctrinal, sino más bien una representación mímica. Predicó con el corazón y con las manos, con el rostro y con los gestos, con palabras y con todo su ser. Su cuerpo entero expresaba la plenitud de sus experiencias íntimas. Como dice Celano, cuando pronunciaba las palabras «Je-sús» parecía un niño tartamudo o una oveja que bala.

Tras tan singular e inimitable predicación, que reproducía con gestos más que con palabras el misterio del nacimiento del Hijo de Dios, el hermano sacerdote se acercó junto con Francisco al altar preparado sobre la roca y prosiguió la eucaristía. El misterio de la encarnación de Dios desemboca en el misterio de la redención y en el de la nueva presencia de Cristo glorioso en la eucaristía. Si Francisco proclamó y visualizó mímicamente el nacimiento de Cristo con tanta emoción y expresividad, podemos imaginarnos el fervor con que saludaría después al Redentor que se hacía presente sobre el altar, cómo lo adoraría y con cuánta fe lo recibiría.

La celebración navideña de Greccio fue mucho más que la representación de un misterio. Por su vinculación con la misa, fue una celebración litúrgica cuasi-dramática, cuyo punto esencial consistió, no en la representación de una historia, sino en la actualización y vivencia de un misterio de fe. De hecho, según afirma Celano, la fe, apagada en los corazones de muchos, se despertó a una nueva vida (1 Cel 86b). La liturgia navideña de Greccio no queda anclada en el acontecimiento de Belén, sino que sigue a Jesús hasta el Gólgota (vía crucis en semana santa) y lo reconoce como el Redentor y el Glorificado que desciende nuevamente hoy hasta nosotros y se nos da en la comunión (Santa Eucaristía). Así pues, Belén, la cruz y el altar quedan ensamblados en una misma celebración de fe en Greccio. No es, por tanto, difícil descubrir en todo ello una vinculación con el Salmo Navideño, cuyo rasgo distintivo, como antes vimos, radica en la visión unificada de la cuna y la cruz. En la celebración de Greccio el arco se amplía todavía más, llegando hasta la eucaristía, donde Dios continúa entregándosenos cada día. La Navidad de Greccio fue una fiesta única, y esto en un doble sentido: en primer lugar, porque ni Francisco ni sus hijos espirituales la repitieron; y, además, porque es incomparable e irrepetible.

Por otra parte, no debemos olvidar que, a pesar de toda su singularidad, la expresiva y eficaz representación del misterio de la Navidad en Greccio, si exceptuamos la celebración de la eucaristía, se inscribe dentro de la tradición medieval de las representaciones de los misterios del tiempo navideño.

Así pues, con la escenificación de la Nochebuena, Francisco se halla, por una parte, dentro de la corriente de su tiempo; pero, por otra, la vinculación de esta representación con la eucaristía es un elemento nuevo y presenta rasgos singulares e inimitables que hay que agradecer a las dotes de simplicidad e improvisación de Francisco. Toda su celebración litúrgica cuasidramática está impregnada de la experiencia y transmisión de la fe de Francisco, tan personal, global y sensible. Aquí y en la universal popularidad del Santo radica el que la voz popular quiera presentarlo como el introductor y difusor del belén. Pero el Pobrecillo de Asís no tiene necesidad de esta falsa gloria.

“Haz lo que amas y ama lo que haces y serás feliz”

La felicidad es la única opción que el hombre tiene, pero no se da cuenta. El que hace lo que ama y ama lo que hace ha optado por ser feliz y el éxito que deberá llegar cuando deba. Lo que debe ser será, y llegará naturalmente. No hagas nada por obligación, ni por compromiso, sino por AMOR. Nos dijo San Pablo “Todo lo que hagas, hazlo con amor” (I Cor 16,14) Entonces, habrá plenitud, y en esa plenitud todo es posible, sin esfuerzos, porque te mueve la fuerza natural de la vida.  Dios te puso un ser humano a cargo y ese eres tú. A ti debes hacerte libre y feliz. Después podrás compartir la vida verdadera con los demás. Recuerda a Jesús la respuesta que dio al doctor de la ley: “¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley? Jesús le respondió: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas" (Mt 22,36-40). Reconcíliate contigo, ponte frente al espejo y piensa que esa criatura que estás viendo es obra de Dios y decide ahora mismo ser feliz, la felicidad es una decisión, no algo que te llegará de afuera. Además la felicidad, no es un derecho sino un deber, porque si no eres feliz estas amargando a todo el mundo. Recuerda que una sola fruta malograda echa a perder toda la caja. 

Un sólo hombre, (Hitler) que no tuvo ni talento ni valor para vivir, mandó a matar seis millones de hermanos judíos. Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso en la tierra es tan corto, que sufrir es una pérdida de tiempo. Tenemos  para gozar la nieve del invierno y la flor de la primavera, el cebiche, la sonrisa de un niño, la ternura de una madre, la sabiduría del abuelo, entre tantas maravillas.  Si tienes cáncer o SIDA, pueden pasar dos cosas, las dos son buenas. Si te gana, !te liberas del cuerpo que es tan molesto!: “Tengo  hambre, tengo frío, tengo sueño, tengo ganas, tengo razón, tengo dudas”. Si le ganas a esto males; serás más humilde, más agradecido, por lo tanto fácilmente feliz, libre del tremendo peso de la culpa, la responsabilidad y la vanidad, dispuesto a vivir cada instante profundamente, como debe ser.

En estas fiestas de navidad de qué paz podíamos hablar si hay un niño que se muere de hambre en el mundo. Ayuda al niño que te necesita, ese niño será un día socio de tu hijo, ayuda a los viejos y los jóvenes te ayudarán cuando lo seas. Además el servicio es una felicidad segura, así como gozar de la naturaleza y cuidarla para el que vendrá. Da sin medida y te darán sin medida; dijo San Pablo: “Quien siembra tacañamente, tacañamente cosechará” (II Cor 9,6). Ama hasta convertirte en lo amado, y más aún, hasta convertirte en el ser hecho amor.  Este es el amor ágape, presupuesto con el que Jesús vino al mundo y subió a la cruz. Y así nos lo hizo saber: “Les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros como yo les he amado” (Jn 13,34).

Te invito que pienses unos segundos en el dolor y la miseria de aquel pequeño, de esa pobre criatura, de ese niño abandonado, del niño que deambula carita sucia por las calles y sin el espíritu y ganas de vivir. Porque no encuentran una posada, una gota de afecto, no saben lo que significa oír la voz de su mama: “hijito toma este juguete que te compré por la navidad”. Hoy, y en estos ahora momentos en el mundo cantidad de niños se están muriendo de hambre.

Piensa en el niño que camina comiendo su moquito, cara rajada, labios ensangrentados, sus piececitos llenas de polvo, piensa en ese niño que de la basura rodeada de perros come lo que encuentra, piensa en el niño que duerme en el parque cubierto con unos cuantos periódicos o cartones sucios. Piensa en ese niño que a su corta edad ya sabe lo que es la droga, el alcohol piensa en ese niño que ya sabe agarrar el cuchillo y ya sabe asaltar, pero también piensa en ese niño que a su corta edad y sabe lo que es ganarse un centavo para su pan.

Piensa ese adolescente que a su edad tendría que brillar en sus ojos la pasión por vivir y amar, pero que vive en lamentos y lamentos porque no sabe que es un abrazo de mama o papa, piensa en ese muchachito adolescente que no sabe qué se llama porque nunca se interesaron por su identidad, piensa esa muchachita adolescente que lleva en brazos una bebe, fruto de una violación, piensa esa chiquilla que vende su cuerpo a cambio de unos cuantos centavos miserables.

No es cierto que, muchos de Uds. papás y mamás llegan a la casa solo a dormir y sus niños o sus hijos no saben cómo paso el día, no saben con quienes paso el día, no saben si comieron o no, si fueron al colegio o no, si hicieron su tarea o no y si un día te enteras que tu hijo está durmiendo en la calle envuelto en la droga, quizá ya sea tarde.  Y si llega a casa llega a robar, a pegarte o querer matarte… por eso es importante hablar de una educación seria para sus hijos, una educación humana en base al amor y afecto, y no una educación tradicional, formal o mera instrucción.

El mejor regalo que puedes ofrecerte en estas fiestas de navidad es: salir a la calle, será una bendición de Dios hallar un niño pobre: invítalo a cenar contigo en la noche buena. Entonces podrás decirte: el amor si existe y soy parte de ello o mejor dicho “Dios está en mi” porque: “Vivo yo pero no soy yo el que vive es Cristo quien vive en mi” (Gal 2,20) Por que Dios es amor (IJn 4,8). Entonces si podrás pregonar ¡FELIZ NAVIDAD!




jueves, 27 de noviembre de 2014

Elección del Ministro Provincial



ELECCIÓN DEL NUEVO MINISTRO PROVINCIAL

Todos los hermanos estén obligados a tener siempre por ministro y siervo general de toda la fraternidad a uno de los hermanos de esta Religión, y estén obligados firmemente a obedecerle. Cuando éste fallezca, (renuncie) hágase la elección del sucesor por los ministros provinciales y custodios en el Capítulo de Pentecostés; y a este Capítulo deban siempre concurrir los ministros provinciales, dondequiera que lo estableciere el ministro general; y esto han de hacerlo una vez cada tres años, o en otro término de tiempo mayor o menor, como lo haya ordenado el dicho ministro (RB VIII).

Los Hermanos Menores, hijos de san Francisco de Asís, integrantes de la Provincia Franciscana de los XII Apóstoles del Perú, reunidos en el Capítulo Provincial, celebrado en el Convento San Francisco de la ciudad de Lima, los días: 17 al 22 de noviembre del año 2014; invocando el querer del Espíritu Santo y su santa operación (El viento sopla a donde quiere, oyes sus ruido pero no sabes de dónde ni adónde va; así son los que nacen en el espíritu, Jn 3,8). En un ambiente de gozo y esperanza eligieron el nuevo gobierno provincial con el siguiente resultado:

Nuevo y flamante Ministro Provincial Fr. Neri Menor Vargas, Ofm,

Vicario provincial Fr. Guido Zegarra Ponce, Ofm

I Definidor Provincial:  Fr. Nicolas Ojeda Nieves, Ofm  
II Definidor Provincial:  Fr. Alfonso Gibu Tokumoto, Ofm  
III Definidor Provincial: Fr. Fermín Peña López, Ofm  
IV Definidor Provincial: Fr. Elfer Núñez Saavedra, Ofm  
V Definidor Provincial:  Fr. Elvis Pacheco Palomino, Ofm  

Por tanto, entrando en sintonía con el querer del Espíritu Santo, aceptamos y nos complacemos profundamente por este designio que Dios nos regaló en nuestros hermanos electos para el gobierno provincial. Les felicitamos sinceramente y auguramos muchos éxitos en su misión de guiarnos por el camino que Dios nos concede a ejemplo de Pobrecillo de Asís. El Señor nos ha dicho: “No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá” (Jn 15,16). Y san Pablo al respecto nos dice: “Hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos” (I Cor 12,4-6).

  La perfecta obediencia (Adm 3)

Dice el Señor en el Evangelio: Quien no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo (Lc 14,33). Y: Quien quiera salvar su alma, la pierda (Lc 9,24). Abandona todo lo que posee y pierde su cuerpo el hombre que se ofrece a sí mismo totalmente a la obediencia en manos de su prelado. Y todo lo que haga o diga, si sabe que no es contrario a su voluntad, mientras sea bueno lo que haga, es verdadera obediencia. Y cuando el súbdito vea algo mejor y de más provecho para su alma que lo que le manda el prelado, sacrifique lo suyo voluntariamente a Dios y procure, en cambio, poner por obra lo que le manda el prelado. Pues ésta es la obediencia caritativa (1Pe 1,22), porque cumple con Dios y con el prójimo. Pero, si el prelado manda al súbdito algo contra su alma, no lo obedezca, mas no lo abandone. Y si por ello tiene que soportar persecución por parte de algunos, ámelos más por Dios. Porque quien prefiere padecer persecución antes que separarse de sus hermanos, se mantiene verdaderamente en la obediencia perfecta, porque entrega su alma (Jn 15.13) por sus hermanos.


Pues son muchos los religiosos que, so pretexto de ver cosas mejores que las que mandan sus prelados, miran atrás (Lc 9,62) y vuelven al vómito de la voluntad propia (Prov 26,11; 2Pe 2,22). Esos son homicidas, y, por sus malos ejemplos, hacen que se pierdan muchas almas.

sábado, 8 de noviembre de 2014

ELECCIÓN DEL NUEVO PROVINCIAL - XII APÓSTOLES DEL PERÚ (17-22 de Noviembre del 2014)


REFLEXIÓN Y ORACIÓN EN LA ELECCIÓN DEL NUEVO PROVINCIAL Y SU DEFINITORIO

PROVINCIA FRANCISCANA DE LOS XII APOSTOLES DEL PERÚ

Jesús subió a la montaña y llamó a su lado a los que Él quiso. Ellos fueron hacia él, y Jesús instituyó a Doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con el poder de expulsar a los demonios. Así instituyó a los Doce” (Mc 3,13-16). Jesús agregó: “No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá” (Jn 15,16). Pero el Señor exhortó: “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer” (Jn 15,5). Que,  por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente. No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento” (Mt 10,7-10). Al escuchar estas palabras del evangelio nuestro Padre Francisco se emocionó mucho.

En efecto, el 24 de febrero de 1209, San Francisco participó de la santa misa en la Porciúncula y oyó el pasaje del Evangelio en que Jesús envió a sus Apóstoles a predicar. Después hizo que el sacerdote le expusiera más minuciosamente ese Evangelio. El sacerdote se lo explicó punto por punto; y cuando Francisco entendió que a un discípulo de Cristo no le es lícito poseer oro ni plata ni cobre, ni llevar bolsa ni alforja ni báculo para el camino, ni tener zapatos ni dos vestidos, sino que debe predicar el reino de Dios y la penitencia; se alegró grandemente en espíritu y exclamó: "Esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo busco, esto es lo que en lo más íntimo del corazón anhelo poner en práctica". Al punto se quitó los zapatos, lanzó el bastón que llevaba en su mano, tomó una cuerda en vez del cinturón de cuero y se hizo un vestido de tela burda, grabando sobre él la señal de la cruz. También se esforzó en cumplir con el mayor esmero y con el más profundo respeto todo lo demás que había oído en aquella misa, «pues -añade su biógrafo- nunca fue oyente sordo del Evangelio sino que, confiando a su feliz memoria cuanto oía, procuraba cumplirlo a la letra sin tardanza» (1 Cel 22; TC 25; LM 3,3-4).

Lo nuevo y característico del ideal del Hermano Menor no consistía en considerar el Evangelio como norma y regla de la vida cristiana y de la perfección moral. Ningún cristiano y menos un fundador de Orden religiosa ha podido jamás pensar de distinto modo. Todo cristiano está obligado a cumplir la ley moral del Evangelio. Pero la novedosa propuesta del Pobrecillo está en guardar también los consejos evangélicos de obediencia, pobreza y castidad, y como hermano menor por ello se distingue de los demás cristianos, como los Apóstoles se distinguían de los demás discípulos de Cristo. Por eso, hoy los más críticos de la Iglesia no tienen reparo en afirmar que la vida religiosa es la verdadera, la única vida evangélica y apostólica querido por el Señor. Sin embargo, lo cierto es que esta sublime idea del estado religioso se oscureció en gran manera debido a la relajación siempre crecientes de la vida eclesiástica y secular.

San Pablo nos recuerda las causas de nuestra vocación franciscana: “Mientras los judíos piden milagros y los griegos van en busca de sabiduría, nosotros, en cambio, predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos, pero fuerza y sabiduría de Dios para los que han sido llamados, tanto judíos como griegos. Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres. Hermanos, tengan en cuenta quiénes son los que han sido llamados: no hay entre ustedes muchos sabios, hablando humanamente, ni son muchos los poderosos ni los nobles. Al contrario, Dios eligió lo que el mundo tiene por necio, para confundir a los sabios; lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los fuertes; lo que es vil y despreciable y lo que no vale nada, para aniquilar a lo que vale. Así, nadie podrá gloriarse delante de Dios. Por él, ustedes están unidos a Cristo Jesús, que por disposición de Dios, se convirtió para nosotros en sabiduría y justicia, en santificación y redención, a fin de que, como está escrito: El que se gloría, que se gloríe en el Señor” (I Cor 1,22-31).

El mismo Señor en su oración resaltó la forma de vida evangélica en minoridad: "Te alabo, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana" (Mt 11,25-30). Y a los de corazón pobre Dios siempre escucha: "Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sé que siempre me escucharás, pero lo digo por la gente que me rodea, para que ellos crean que tú me has enviado" (Jn 11,40-42).

En las vísperas de celebrarse un capítulo más de nuestra querida provincia me permito mencionar algunos puntos de reflexión y oración para el éxito de nuestro capitulo provincial:

Pregunta de reflexión: ¿Señor qué quieres que haga? (Hch 22,10).

1)      El contexto eclesial nos urgencia anunciar el Evangelio sin rebajas (Jn 6,67):
Jesús, luego de su resurrección, les aclaró: “Todo poder se me dio en el cielo y en la tierra” (Mt 28,18). Les confirmó el don del Espíritu: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan" (Jn 20,21-23). Los envió a los apóstoles al mundo entero, para hacer discípulos de todos los pueblos y bautizarlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a cumplir todo el evangelio y que él mismo estará acompañando en la misión hasta el fin del mundo (Mt 29, 19-20). La Iglesia hace esto presentando el Evangelio sin rebajarlo: “No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una letra ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos” (Mt 5,17-19).

2)      Ser fieles en el anuncio del escándalo de la cruz (I Cor 1,23)
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras” (Mt 16,24-27). El anuncio del Evangelio del Reino de Dios se concretiza en el anuncio de "Jesucristo, y Jesucristo crucificado" (1 Cor 2, 2). Es precisamente este escándalo de la cruz el que humilla la "soberbia" de la mente humana y la eleva para que acepte la sabiduría que viene de lo alto.
Aquí conviene tener mucho cuidado. No solo se trata de anunciar la cruz, sino de vivir el escándalo de la Cruz, caso contrario la misión no funcionará: Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos: "Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les enseñan, pero no se guíen por sus obras, porque no viven lo que enseñan. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo” (Mt 23,1-4).

3)      Nos compromete a una Iglesia de mártires (Hch 1,8)
Jesús aclaró con anticipación que: “En el mundo tendrán que sufrir mucho; pero tengan valor: yo he vencido al mundo" (Jn 16,33). Dijo también: “Yo los envío como ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas. Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en sus sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer las ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre” (Mt 10,16-23),

El Cristo crucificado está íntimamente ligado a la Iglesia crucificada. Es la Iglesia de los mártires, de los de los primeros siglos hasta la de los numerosos fieles que, en ciertos lugares y épocas, se exponen a la muerte simplemente por ejemplo, por ir a la Misa dominical. Jesús predice: "Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes" (Jn 15, 20). Por eso, la persecución es la corona de la Iglesia, es una cruz que debe envolvernos en la misión de cada día. Pero la persecución no siempre es física, existe también la persecución de la mentira: "Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí" (Mt 5, 11).

4)      En medio de las dificultades ser testigo de la verdad (Jn 14,6)
Jesús dijo a aquellos judíos que habían creído en él: "Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos, entonces conocerán la verdad y la verdad los hará libres" (Jn 8,31-32). El mismo Señor los consagró en la verdad a sus apóstoles. “Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad. Tu palabra es verdad. Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo. Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad” (Jn 17,17-19). De modo que, este es el gran reto que tenemos como hermanos menores y eso es lo que nuestro Padre San Francisco nos plantea cuando nos dice: La regla y vida de los Hermanos Menores es esto: Vivir el santo evangelio se nuestro Señor Jesucristo” (RB I).

5)      Ser promotores del don de la fe (Lc 17,5)
El padre del muchacho endemoniado le dijo: "Señor, ten piedad de mi hijo, que está poseído y está muy mal: frecuentemente cae en el fuego y también en el agua. Yo lo llevé a tus discípulos, pero no lo pudieron curar. Jesús respondió: ¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo aquí. Jesús increpó al demonio, y este salió del niño, que desde aquel momento quedó curado. Los discípulos se acercaron entonces a Jesús y le preguntaron en privado: ¿Por qué nosotros no pudimos expulsar ese demonio? Porque ustedes tienen poca fe, les dijo. Les aseguro que si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, dirían a esta montaña: Trasládate de aquí a allá, y la montaña se trasladaría; y nada es imposible para quien cree y tiene fe"(Mt 17,15-20). La fe como don de Dios hay que pedírselo con mucha convicción como aquel otro padre del muchacho endemoniado. Jesús le preguntó al padre: “¿Cuánto tiempo hace que está así? Desde la infancia, le respondió, y a menudo lo hace caer en el fuego o en el agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten piedad de nosotros y ayúdanos. ¡Cómo es eso que si puedes...!, respondió Jesús. Todo es posible para el que cree y tiene fe.  Inmediatamente el padre del niño exclamó: "Creo, pero aumenta mi fe" (Mc 9,22-24).

La base de la misión encargada es la fe y la fe devota se mantiene viva gracias a millones de fieles sencillos que están lejos de ser llamados teólogos, pero quienes, desde la intimidad de sus oraciones, reflexiones y mantienen una fe viva, por eso pueden dar profundos consejos a sus religiosos, hermanos menores. Son ellos los que "destruirán la sabiduría de los sabios y rechazarán la ciencia de los inteligentes" (1 Cor 1, 19). Esto quiere decir que cuando el mundo, con toda su ciencia e inteligencia, abandona el logos de la razón humana, el Logos de Dios brilla en los corazones simples, que forman la médula de la que se nutre la espina dorsal de la Iglesia santa (Ef 5,27).

ORACIÓN PARA EL ÉXITO DEL CAPITULO PROVINCIAL (17-22 de Noviembre del 2014)

Oh Señor, aquí estamos, reunidos en tu Nombre. Toda la Provincia franciscana de los XII Apóstoles del Perú ven a nosotros y permanece con nosotros. Dígnate penetrar en nuestra sabiduría y entendimiento para saber discernir según tu voluntad sobre el futuro y la misión de nuestra Provincia.

Enséñanos lo que hemos de saber y hacer, por dónde debemos caminar, y muéstranos lo que debemos practicar para que, con tu ayuda, sepamos agradarte en todo. Sé Tú la único motivación de nuestras decisiones; Tú, el único que, con Dios Padre y su Hijo, posees un nombre glorioso, no permitas que quebrantemos la verdad y la justicia, Tú, que amas la suprema equidad: que la ignorancia no nos arrastre al desacierto; que el favoritismo o interés personal no nos permita desviarnos de tu voluntad; que no nos corrompa la acepción de personas o de cargos. Por el contrario, únenos eficazmente a Ti, sólo con el don de tu Gracia, para que seamos uno en Ti.

Lo mismo que estamos reunidos en Tu nombre, así también, haz que mantengamos en todo la justicia, moderados por la piedad, para que, hoy, nuestras opiniones en nada se aparten de Ti, y, en el futuro, obrando rectamente, consigamos los premios eternos. Amén.
V/ Santa María. R/ Ruega por nosotros

ORACIÓN PARA LA ELECCIÓN DEL NUEVO PROVINCIAL

Señor Jesucristo, Tú eres el Buen Pastor, y nunca descuidas tu rebaño. Tú nos diste vida para que podamos vivir, y nombraste pastores según tu corazón para guiar a tu pueblo con la palabra y con el ejemplo para igualmente entregarse por amor. Te damos gracias por el ministerio del Ministro provincial saliente y por su servicio a la Iglesia y al Perú. Te pedimos que ahora le des un período de fecundo descanso y oración, de gratitud y alabanza.

Te pedimos, Señor Jesús, con el Padre, que envíes al Espíritu Santo a nuestra Provincia Franciscana de los XII Apóstoles del Perú una vez más. En particular, guía a los hermanos capitulares quienes ejercerán el deber y el privilegio de elegir a un nuevo Ministro Provincial. Guía sus deliberaciones y decisiones con sabiduría divina e intuición Santa.

Señor Jesús, da al nuevo Provincial, que sea elegido, abundancia de santidad y fortaleza, para llevar a cabo la misión que le encomendarás. Que tu Palabra reine en su vida, y que todas sus palabras y acciones encaminen a la Provincia hacia ti, supremo y eterno Pastor, y único mediador entre Dios y la humanidad, y que María Santa, la Reina Inmaculada de la Iglesia lo guíe, que el Pobrecillo de Asís sea su luz y la fuerza de tu Espíritu lo cubra con su Santo amor. Porque tú vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.


"Señor, tú que conoces los corazones de todos, muéstranos a cuál de los tres elegiste para desempeñar el ministerio del apostolado, en el cargo del Ministro Provincial" (Hch 1,24-25): 
                
                 a Fr, Emilio Carpio Ponce Ofm ?

                 a Fr Neri Menor Vargas Ofm ?

                 a Fr Guido Zegarra Ponce Ofm?


sábado, 18 de octubre de 2014

OCTUBRE MES DEL SEÑOR DE LOS MILAGROS PERÙ


                     OCTUBRE MES DE PENITENCIA, SEÑOR DE LOS MILAGROS

EL SIGNIFICADO DEL COLOR MORADO

Morado significa Penitencia y requiere tres elementos básicos como parte fundamental de la vida espiritual: Oración, ayuno y limosna. al respecto dice Jesús:

“Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6,3-4). ”Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos” (Mt 6,5). “Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6,16-18). Y los hacemos vestidos de morado. Estos elementos nos llevan a la conversión:

La conversión de Nínive y el perdón de Dios:


Dios encargó por II vez a Jonás para que vaya a Nínive y le predique la conversión. Jonás comenzó a exhortar a los ninivitas: "Dentro de cuarenta días, Nínive será destruida.  Los ninivitas creyeron en Dios, decretaron un ayuno y se vistieron con ropa de penitencia, desde el más grande hasta el más pequeño. Cuando la noticia llegó al rey de Nínive, este se levantó de su trono, se quitó su vestidura real, se vistió con ropa de penitencia y se sentó sobre ceniza. Además, mandó proclamar en Nínive el siguiente anuncio: "Por decreto del rey y de sus funcionarios, ningún hombre ni animal, ni el ganado mayor ni el menor, deberán probar bocado: no pasten ni beban agua; vístanse con ropa de penitencia hombres y animales; clamen a Dios con todas sus fuerzas y conviértase cada uno de su mala conducta y de la violencia que hay en sus manos. Tal vez Dios se vuelva atrás y se arrepienta, y aplaque el ardor de su ira, de manera que no perezcamos". Al ver todo lo que los ninivitas hacían para convertirse de su mala conducta, Dios se arrepintió de las amenazas que les había hecho y no las cumplió” (Jon 3,4-10). Entonces algunos escribas y fariseos le dijeron: "Maestro, queremos que nos hagas ver un signo". Él les respondió: "Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás. Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, (Jon 2, 1) así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches. El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más que Jonás” (Mt 12,38-41).

EL SACRAMENTO DE LA CONFESIÓN

Proclamación del Santo Evangelio según San Lucas 7,37-48:

Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume. Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: "Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!" Pero Jesús le dijo: "Simón, tengo algo que decirte". "Di, Maestro", respondió él.

"Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?" Simón contestó: "Pienso que aquel a quien perdonó más". Jesús le dijo: "Has juzgado bien".  Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor". Después dijo a la mujer: "Tus pecados te son perdonados".

Los invitados pensaron: "¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?" Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz". PALABRA DEL SEÑOR.

¿Qué nos enseña la Biblia acerca del perdón de los pecados?

1. Jesús perdona los pecados: (Mt 26, 7; Mc 14; 3 Jn 12, 3):

En el Antiguo Testamento el perdón de los pecados era derecho exclusivo de Dios. Ningún profeta y ningún sacerdote del Antiguo Testamento pronunciaron absolución de pecados. Sólo Dios perdonaba el pecado. En el Nuevo Testamento, el Padre  envía a su propio Hijo (Jn 3,16). Jesús Tiene la autoridad porque es el enviado del Padre: “Yo estoy en el Padre y el Padre está en mi” (Jn 14,8-10), y êl tiene la autoridad de perdonar los pecados: Jesús. El Hijo de Dios dijo de sí mismo: «El Hijo del Hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra» (Mc. 2, 10).

Y en verdad× Jesús ejerció su poder divino: «Cuando Jesús vio la fe de aquella gente, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados» (Mc. 2, 5). Frente a una mujer pecadora Jesús dijo: «Sus pecados, sus numerosos pecados le quedan perdonados, por el mucho amor que mostró» (Lc. 7, 47). Y en la cruz Jesús se dirigió a un criminal arrepentido: «En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso» (Lc. 23, 43).

2. Jesús comunicó el poder de perdonar pecados a sus apóstoles. Jesús quiso que todos sus discípulos, tanto en su oración como en su vida y en sus obras, fueran signo e instrumento de perdón. Y pidió a sus discípulos que siempre se perdonaran las ofensas unos a otros (Mt. 18, 15-17).

Sin embargo,× Jesús confió el ejercicio del poder de absolución solamente a sus apóstoles. Jesús quería que la reconciliación con× Dios pasara por el camino de la reconciliación con la× Iglesia. Lo expresó particularmente en las palabras solemnes a Simón Pedro: «A ti te daré las llaves del× Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos» (Mat. 16, 19). Esta misma autoridad de «atar» y «desatar» la recibieron después todos los apóstoles (Mt. 18, 18). Las palabras «atar» y «desatar» significan: Aquel a quien excluyen ustedes de su comunión, será excluido de la comunión con× Dios. Aquel a quien ustedes reciben de nuevo en su comunión, será también acogido por× Dios. Es decir, la reconciliación con× Dios pasa inseparablemente por la reconciliación con la Iglesia.

El mismo día de la Resurrección, Jesucristo se apareció a los apóstoles, sopló sobre sus cabezas y les dijo: «Reciban el× Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedarán perdonados y a quienes se los retengan, les quedarán retenidos» (Jn. 20, 22-23). Y en la Iglesia primitiva ya existía el ministerio de la reconciliación como dice el apóstol Pablo: «Todo eso es la obra de Dios, que nos reconcilió con El en Cristo, y que a mí me encargó la obra de la reconciliación» (2 Cor. 5, 18).

3. Los apóstoles comunicaron el poder divino de perdonar pecados a sus sucesores.

Jesucristo delega la función de administrar su iglesia a pero al decir: A ti te daré las llaves del reino del cielo, lo que ates aquí, queda atado en el cielo” (Mt 16,19). El don del perdón de los pecados no fueron sólo para los Doce apóstoles, sino para pasarlas a todos sus sucesores. Los apóstoles las comunicaron con la imposición de manos. Escribe el apóstol Pablo a su amigo Timoteo: «Te recomiendo que avives el fuego de Dios que está en ti por la imposición de mis manos» (2 Tim. 1, 6).

Los apóstoles estaban conscientes de que Jesucristo tenía una clara intención de proveer el futuro de la Iglesia; estaban convencidos de que Jesús quería una institución que no podía desaparecer con la muerte de los apóstoles. El Maestro les había dicho: «Sepan que Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo» (Mt. 28, 20), y «las fuerzas del infierno no podrán vencer a la Iglesia» (Mt. 16, 18). Así las promesas de Jesús a Pedro y a los apóstoles, no sólo valen para sus personas, sino también para sus legítimos sucesores.

Como conclusión podemos decir: Cristo confió a sus apóstoles el ministerio de la reconciliación (Jn. 20, 23; 2 Cor. 5, 18). Los obispos, o sucesores de los apóstoles, y los presbíteros, colaboradores de los obispos, continúan ahora ejerciendo este ministerio. Ellos tienen el poder de perdonar los pecados «en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo».

Dudas que plantean otras iglesias acerca de la confesión

1. ¿En qué se basan los católicos para decir que los sacerdotes pueden perdonar los pecados?

La Iglesia Católica lee con atención toda la Biblia y acepta la autoridad divina que Jesús dejó en manos de los Doce apóstoles y sus legítimos sucesores. Esto ya está explicado. El poder divino de perdonar pecados está claramente expresado en lo que hizo y dijo Jesús ante sus apóstoles: El Señor sopló sobre sus cabezas y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; y a quienes se los retengan les quedan retenidos» (Jn. 20, 22-23).

Los apóstoles murieron y, como Cristo quería que ese don llegara a todas las personas de todos los tiempos, les dio ese poder de manera que fuera transmisible, es decir, que ellos pudieran transmitirlo a sus sucesores. Y así los sucesores de los apóstoles, los obispos, lo delegaron a «presbíteros», o sea, a los sacerdotes. Estos tienen hoy el poder que Jesús dio a sus apóstoles: «A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados» y nunca agradeceremos bastante este don de Dios que nos devuelve su gracia y su amistad

2. ¿Para qué decir los pecados a un sacerdote, si× Jesús simplemente los perdonaba?
Es verdad que Jesús perdonaba los pecados sin escuchar una confesión. Pero el Maestro divino leía claramente en los corazones de la gente, y sabía perfectamente quiénes estaban dispuestos a recibir el perdón y quiénes no. Jesús no necesitaba esta confesión de los pecados. Ahora bien, como el pecado toca a Dios, a la comunidad y a toda la Iglesia de Cristo, por eso Jesús quería que el camino de la reconciliación pasara por la Iglesia que está representada por sus obispos y sacerdotes. Y como los obispos y sacerdotes no leen en los corazones de los pecadores, es lógico que el pecador tiene que manifestar los pecados. No basta una oración a Dios en el silencio de nuestra intimidad.

Además el hombre está hecho de tal manera que siente la necesidad de decir sus pecados, de confesar sus culpas, aunque llegado el momento le cuesta. El sacerdote debe tener suficiente conocimiento de la situación de culpabilidad y de arrepentimiento del pecador. Luego el sacerdote, guiado por el espíritu de Jesús que siempre perdona, juzgará y pronunciará la absolución: «Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo». La absolución es realmente un juicio que se pronuncia sobre el pecador arrepentido. Es mucho más que un sentirse liberado de sus pecados. Es decir, a los ojos de Dios: no existen más esos pecados. Está realmente justificado. Y como consecuencia lógica, dada la delicadeza y la grandeza de este misterio del perdón, el sacerdote está obligado a guardar un secreto absoluto de los pecados de sus penitentes.

3. «Pero el sacerdote es pecador como nosotros», dirán algunos. Pero de tras del hombre pecador el Sacerdote está el sacerdocio de sacerdocio de Cristo. Por eso el sacerdote al absolver los pecados de los penitentes no dice: “Yo te absuelvo de los pecados”, sino que dice: “ te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu Santo, Amén.

Y les respondo: También los Doce apóstoles eran pecadores y sin embargo Jesús les dio poder para perdonar pecados. El sacerdote es humano y dice todos los días: «Yo pecador» y la Escritura dice: «Si alguien dice que no ha pecado, es un mentiroso» (1Jn. 1, 8). Aquí la única razón que aclara todo es esta: Jesús lo quiso así y punto. Jesús fundamentó la Iglesia sobre Pedro sabiendo que Pedro era también pecador. Y Jesús dio el poder de perdonar, de consagrar su Cuerpo y de anunciar su Palabra a hombres pecadores, precisamente para que más aparecieran su bondad y su misericordia hacia todos los hombres. Con razón nosotros los sacerdotes reconocemos que llevamos este tesoro en vasos de barro y sentimos el deber de crecer día a día en santidad para ser menos indignos de este ministerio.

El sacerdote perdona los pecados por una sola razón: porque recibió de Jesucristo el poder de hacerlo. Además, durante la confesión aprovecha para hacer una corrección fraterna y para alentar al penitente. El confesor no es el dueño, sino el servidor del perdón de Dios.

Y otro punto importante es que el sacerdote concede el perdón «en la persona de Cristo»; y cuando dice «Yo te perdono...» no se refiere a la persona del sacerdote sino a la persona de Cristo que actúa en él. Los que se escandalizan y dicen ¿cómo un sacerdote que es un hombre puede perdonar a otro hombre? es que no entienden nada de esto.

¿Qué otras diferencias hay entre católicos y protestantes acerca de la confesión?

El protestante comete pecados, ora a Dios, pide perdón, y dice que Dios lo perdona. Pero ¿cómo sabe que, efectivamente, Dios le ha perdonado? Muy difícilmente queda seguro de haber sido perdonado.

En cambio el católico, después de una confesión bien hecha, cuando el sacerdote levanta su mano consagrada y le dice: «Yo te absuelvo en el nombre del Padre...», queda con una gran seguridad de haber sido perdonado y con una paz en el alma que no encuentra por ningún otro camino.

Por eso decía un no-católico: «Yo envidio a los católicos. Yo cuando peco, pido perdón a Dios, pero no estoy muy seguro de si he sido perdonado o no. En cambio el católico queda tan seguro del perdón que esa paz no la he visto en ninguna otra religión». En verdad,la confesión es el mejor remedio para obtener la paz del alma.

El católico sabe que no es simplemente: «Pecar y rezar, y listo». Pongamos un caso: Una mujer católica comete un aborto. No puede llegar a su pieza, rezar y decir que todo está arreglado. No. Ella tiene que ir a un sacerdote y confesarle su pecado. Y el sacerdote le hará ver lo grave de su pecado, un pecado que lleva a la excomunión de la× Iglesia. El sacerdote le aconsejará una penitencia fuerte. Ella quizás hasta llorará en ese momento y antes del próximo aborto seguramente lo pensará tres veces... ¿Y ese señor que compra lo robado? ¿Y esa novia que no se hace respetar por el novio? ¿Y esa mujer que quita la fama con su lengua? ¿Y ese borracho?... Confesando sus pecados, se encontrarán con alguien que les habla en nombre de Dios y les hace reflexionar y cambiar su vida.


“Confiésense mutuamente sus pecados y oren los unos por los otros, para ser curados. La oración perseverante del justo es poderosa. Elías era un hombre como nosotros, y sin embargo, cuando oró con insistencia para que no lloviera, no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses… Hermanos míos, si uno de ustedes se desvía de la verdad y otro lo hace volver, sepan que el que hace volver a un pecador de su mal camino salvará su vida de la muerte y obtendrá el perdón de numerosos pecados” (Stg 5,16-20).

lunes, 11 de agosto de 2014

SANTA CLARA DE ASIS



UN SALUDO DE PAZ Y BIEN A TODAS NUESTRAS HERMANAS CLARISAS DEL MUNDO

11 DE AGOSTO DEL 2014

“Yo, Clara, sierva de Cristo, pequeña planta de nuestro Padre Francisco os manifiesto: Que, tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rm 8,38-39).

CLARA DE ASIS: Nació en Asís en el año 1193

Fue conciudadana, contemporánea y discípula de San Francisco y quiso seguir el camino de austeridad señalado por él a pesar de la durísima oposición familiar.

Si retrocedemos en la historia, vemos a la puerta de la iglesia de Santa María de los Ángeles (llamada también de la Porciúncula), distante un kilómetro y medio de la ciudad de Asís, a Clara Favarone, joven de dieciocho años, perteneciente a la familia del opulento conde de Sasso Rosso.

En la noche del domingo de ramos, Clara había abandonado su casa, el palacio de sus padres, y estaba allí, en la iglesia de Santa María de los Ángeles. La aguardaban san Francisco y varios sacerdotes, con cirios encendidos, entonando el Veni Creátor Spíritus.

Dentro del templo, Clara cambia su ropa de terciopelo y brocado por el hábito que recibe de las manos de Francisco, que corta sus hermosas trenzas rubias y cubre la cabeza de la joven con un velo negro. A la mañana siguiente, familiares y amigos invaden el templo. Ruegan y amenazan. Piensan que la joven debería regresar a la casa paterna. Grita y se lamenta el padre. La madre llora y exclama: "Está embrujada". Era el 18 de marzo de 1212.

Cuando Francisco de Asís abandonó la casa de su padre, el rico comerciante Bernardone, Clara era una niña de once años. Siguió paso a paso esa vida de renunciamiento y amor al prójimo. Y con esa admiración fue creciendo el deseo de imitarlo.

Clara despertó la vocación de su hermana Inés y, con otras dieciséis jóvenes parientas, se dispuso a fundar una comunidad.

La hija de Favarone, caballero feudal de Asís, daba el ejemplo en todo. Cuidaba a los enfermos en los hospitales; dentro del convento realizaba los más humildes quehaceres. Pedía limosnas, pues esa era una de las normas de la institución. Las monjas debían vivir dependientes de la providencia divina: la limosna y el trabajo.

Corrieron los años. En el estío de 1253, en la iglesia de San Damián de Asís, el papa Inocencio IV la visitó en su lecho de muerte. Unidas las manos, tuvo fuerzas para pedirle su bendición, con la indulgencia plenaria. El Papa contestó, sollozando: "Quiera Dios, hija mía, que no necesite yo más que tú de la misericordia divina".

Lloran las monjas la agonía de Clara. Todo es silencio. Sólo un murmullo brota de los labios de la santa.

- Oh Señor, te alabo, te glorifico, por haberme creado.
 Una de las monjas le preguntó:
 - ¿Con quién hablas?
 Ella contestó recitando el salmo.
 - Preciosa es en presencia del Señor la muerte de sus santos.

Y expiró. Era el 11 de agosto de 1253. Fue canonizada dos años más tarde, el 15 de agosto de 1255, por el papa Alejandro IV, quien en la bula correspondiente declaró que ella "fue alto candelabro de santidad", a cuya luz "acudieron y acuden muchas vírgenes para encender sus lámparas".

Santa Clara fundó la Orden de Damas Pobres de San Damián, llamadas vulgarmente Clarisas, rama femenina de los franciscanos, a la que gobernó con fidelidad exquisita al espíritu franciscano hasta su muerte y desde hace siete siglos reposa en la iglesia de las clarisas de Asís.

De ella dijo su biógrafo Tomás Celano: "Clara por su nombre; más clara por su vida; clarísima por su muerte".

BENDICIÓN DE SANTA CLARA

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

El Señor os bendiga y os guarde. Os muestre su faz y tenga misericordia de vosotras. Vuelva su rostro a vosotras y os dé la paz (Núm 6,24-26), a vosotras, hermanas e hijas mías, y a todas las otras que han de venir y permanecer en vuestra comunidad, y a todas las demás, tanto presentes como futuras, que perseveren hasta el fin en todos los otros monasterios de Damas Pobres.

Yo, Clara, sierva de Cristo, plantita de nuestro muy bienaventurado padre san Francisco, hermana y madre vuestra y de las demás hermanas pobres, aunque indigna, ruego a nuestro Señor Jesucristo, por su misericordia y por la intercesión de su santísima Madre santa María, y del bienaventurado Miguel arcángel y de todos los santos ángeles de Dios, de nuestro bienaventurado padre Francisco y de todos los santos y santas, que el mismo Padre celestial os dé y os confirme ésta su santísima bendición en el cielo y en la tierra (Gén 27,28): 9en la tierra, multiplicándoos en su gracia y en sus virtudes entre sus siervos y siervas en su Iglesia militante; y en el cielo, exaltándoos y glorificándoos en la Iglesia triunfante entre sus santos y santas.

Os bendigo en vida mía y después de mi muerte, como puedo y más de lo que puedo, con todas las bendiciones con las que el Padre de las misericordias (2 Cor 1,3) ha bendecido y bendecirá a sus hijos e hijas en el cielo (Ef 1,3) y en la tierra, 13y con las que el padre y la madre espiritual ha bendecido y bendecirá a sus hijos e hijas espirituales. Amén.

Sed siempre amantes de Dios y de vuestras almas y de todas vuestras hermanas, 15y sed siempre solícitas en observar lo que habéis prometido al Señor.


El Señor esté siempre con vosotras (2 Cor 13,11), y ojalá que vosotras estéis siempre con Él (Jn 12,26; 1 Tes 4,17). Amén.

jueves, 7 de agosto de 2014

DIOS ES AMOR (I Jn 4,16)

HAY VESTIGIO DE GUERRA PORQUE NO HAY VESTIGIO DE AMOR

¿Por qué a ti? ¿Por qué a ti? ¿Por qué todo el mundo viene en pos de ti?
 Así le preguntaba cierto día a San Francisco uno de sus discípulos, intrigado por la irresistible atracción que ejercía un hombre externamente tan despreciable como el Pobrecillo de Asís. Y este fiel discípulo del pobrecillo atinó con una respuesta: ¡Porque este hombre de Dios irradia una cosa simple: El amor!.

«¡El Amor no es amado! ¡El Amor no es amado!», repetía frecuentemente el Santo de Asís, herido en su fina sensibilidad de amante, al comprobar la fría indiferencia de los cristianos ante las amorosas finezas del Redentor.

Este amor a Jesucristo será el resorte mágico que le impulsará a realizar acciones que un hombre superficial tal vez considere como niñerías. Cada vez que pronunciaba el nombre de Jesús se relamía los labios. Deseaba que sus frailes recogiesen del suelo los fragmentos de pergamino que hallasen porque en ellos podía encontrarse escrito el nombre del Señor. En cierta ocasión se desnudaron él y su compañero para vestir a un mendigo, porque los pobres eran hermanos de Jesucristo. En la Sagrada Escritura se alude al Redentor como a un leproso, razón suficiente para que Francisco reservase para estos desgraciados, a quienes llamaba los hermanos cristianos, sus más finas atenciones. La fidelidad incondicional a la Iglesia y la devoción al Papado, una de las grandes virtudes del Santo, no frecuentes en una época minada por pequeñas pero múltiples heterodoxias, obedecía a su firme persuasión de que la Iglesia era la Esposa de Jesucristo, y el Papa su Vicario en la tierra.

Dotado de una imaginación viva y enemigo de lo abstracto, en el Santo este amor iba dirigido a Jesucristo, considerado sobre todo en sus misterios de sabor humano. Para vivir plenamente la fiesta de Navidad, Francisco representó plásticamente en Greccio, en 1223, el nacimiento del Niño Jesús, primera representación origen de nuestros belenes. La Pasión y la Eucaristía constituían el centro de sus pensamientos. San Francisco tiene el mérito de haber introducido en la Iglesia de una manera definitiva la devoción a la humanidad de Jesucristo.

Fue también el amor al Salvador lo que le infundió una sed insaciable de almas, que les condujo a él y a sus frailes a lanzarse desde el primer momento a la predicación, de la misma manera que quería Jesucristo lo hicieran sus apóstoles: «No poseáis oro, ni plata, ni dinero en vuestras fajas, ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni zapatos, ni cayado» (Mt 10,9-10).

A partir de la fundación de la Orden el Santo apenas tendrá un momento de reposo (tampoco lo tendrán sus frailes), acuciado por llevar almas a Jesucristo. Esta será en los doce años que siguen su ocupación más frecuente, y la Italia central su preferido campo de acción. En 1210 lo encontramos evangelizando la Umbría y estableciendo la paz entre los nobles y plebeyos de Asís. Luego pasa a Toscana y pacifica asimismo la ciudad de Arezzo, ensangrentada por luchas fratricidas. En 1217 quiere pasar a Francia, pero se vio obligado a detenerse en Florencia. Todavía en 1222, cuando ya sus enfermedades le hacían sufrir no poco, lo encontramos predicando y ofreciendo un testimonio viviente del Evangelio en la parte oriental y meridional de Italia. Sus pláticas eran sencillas, salpicadas de vivas imágenes, de tono cálidamente familiar y al aire libre. Poseía una oratoria personalísima e inconfundible, que ofrecía un marcado contraste con la vigente en aquellos tiempos. Sus historiadores nos aseguran que, atraídos por ella, «hombres y mujeres, clérigos y religiosos, corrían ansiosos de ver y escuchar al hombre de Dios». Y añaden, refiriéndose a la región de Umbría: «Así se vio entonces transformarse en breve tiempo la faz de toda la comarca y aparecer risueña y hermosa la que antes se mostraba cubierta de máculas y fealdades». Su deseo de dar a conocer a Jesucristo le indujo en cierta ocasión a pararse en mitad del camino y dirigir la palabra a sus hermanas aves, que, solícitas y silenciosas, acudieron a escucharle.

DIOS ES AMOR (I Jn 4,16)

“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3,16). El Hijo es el despliegue del amor de Dios. Mismo Jesús nos lo dice así: “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Jn 15,9-10). Es decir, cumplir los mandamientos como pautas del amor y no como ley externa:
a)    Leyes externas: Jesús dijo a los maestros de la ley: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello!” (Mt 23,23-24). La ley que no cala en el corazón no lleva a Dios porque no viene de Dios: "Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les enseñen, pero no se guíen por sus obras, porque ellos enseñan una cosa y hacen otra cosa. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo” (Mt 23,2-4). La ley que no viene de corazón es el amor falso.
b)   El amor verdadero nace del corazón y entra en onda con el ser de Dios: “Esta es la Alianza que estableceré con la casa de Israel, después de aquellos días —oráculo del Señor—: pondré mi Ley dentro de ellos, y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo” (Jer 31,33). Dios hace cosas nuevas para esta nueva alianza: “Yo los tomaré de entre las naciones, los reuniré de entre todos los países y los llevaré a su propio suelo. Los rociaré con agua pura, y ustedes quedarán purificados. Los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus ídolos. Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que sigan mis preceptos, y que observen y practiquen mis leyes” (Ez 36,24-27).
¿CUÁL ES EL MANDAMIENTO PRINCIPAL?
Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en ese lugar, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?" Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas" (Mt 22, 34-40; Mc 12, 28-34; Lc 10, 25-28). Es decir el amor a Dios y el amor al prójimo tienen común denominación en el Amor. Por eso mismo, Jesús dijo: “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros" (Jn 13,34-35; Jn 15; 15, 17; 1 Jn 3, 11; 3, 23; 2 Jn 5). Esta verdad que es el dios del amor es como se despliega en toda la sagrada escritura:
1. 'Dios es Amor': estas palabras, contenidas en uno de los últimos libros del Nuevo Testamento, la Primera Carta de San Juan (4, 16), constituyen como la definitiva clave de bóveda de la verdad sobre Dios, que se abrió camino mediante numerosas palabras y muchos acontecimientos, hasta convertirse en plena certeza de la fe con la venida de Cristo, y sobre todo con su cruz y su resurrección. Son palabras en las que encuentra un eco fiel la afirmación de Cristo mismo: 'Tanto amó Dios al mundo, que dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en El no perezca sino que tenga la vida eterna'(Jn 3, 16).
La fe de la Iglesia culmina en esta verdad suprema: "Dios es amor!. Se ha revelado a Sí mismo de modo definitivo como Amor en la cruz y resurrección de Cristo. 'Nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene -continúa diciendo el Apóstol Juan en su Primera Carta-. Dios es amor, y el que vive en el amor permanece en Dios, y Dios está en él' (4,16).
2. La verdad de que Dios es Amor constituye como el ápice de todo lo que fue revelado 'por medio de los profetas y últimamente por medio del Hijo.', como dice la Carta a los Hebreos (1, 1). Esta verdad ilumina todo el contenido de la Revelación divina, y en particular la realidad revelada de la creación y de la Alianza. Si la creación manifiesta la omnipotencia del Dios-Creador, el ejercicio de la omnipotencia se explica definitivamente mediante el amor. Dios ha creado porque podía, porque es omnipotente; pero su omnipotencia estaba guiada por la Sabiduría y movida por el Amor. Esta es obra de la creación. Y la obra de la redención tiene una elocuencia aún más potente y nos ofrece una demostración todavía más radical: frente al mal, frente al pecado de las criaturas permanece el amor como expresión de la omnipotencia. Sólo el amor omnipotente sabe sacar el bien del mal y la vida nueva del pecado y de la muerte.
3. El amor como potencia, que da la vida y que anima, está presente en toda la Revelación. El Dios vivo, el Dios que da la vida a todos los vivientes es Aquel de quien nos hablan los Salmos: 'Todos ellos aguardan a que les eches comida a su tiempo; se la echas y la atrapan, abres tu mano, y se sacian de bienes; escondes tu rostro, y se espantan, les retiras el aliento, y expiran, y vuelven a ser polvo' (Sal 103, 27-29). La imagen está tomada del seno mismo de la creación. Y si este cuadro tiene rasgos antropomórficos (como muchos textos de la Sagrada Escritura), este antropomorfismo posee una motivación bíblica: dado que el hombre es creado a imagen y semejanza de Dios (Gn 2,16), hay una razón para hablar de Dios 'a imagen y semejanza' del hombre. Por otra parte, este antropomorfismo no ofusca la transcendencia de Dios: Dios no queda reducido a dimensiones de hombre. Se conservan todas las reglas de la analogía y del lenguaje analógico, así como las de la analogía de la fe.
4. En la Alianza Dios se da a conocer a los hombres, ante todo a los del Pueblo elegido por El. Siguiendo una pedagogía progresiva, el Dios de la Alianza manifiesta las propiedades de su ser, las que suelen llamarse atributos. Estos son ante todo atributos de orden moral, en los cuales se revela gradualmente el Dios-Amor. Efectivamente, si Dios se revela -sobre todo en la alianza del Sinaí- como Legislador, Fuente suprema de la Ley, esta autoridad legislativa encuentra su plena expresión y confirmación en los atributos de la actuación divina que la Sagrada Escritura nos hace reconocer.
Los manifiestan los libros inspirados del Antiguo Testamento. Así, por ejemplo, leemos en el libro de la Sabiduría: 'Porque tu poder es el principio de la justicia y tu poder soberano te autoriza para perdonar a todos. Tú, Señor de la fuerza, juzgas con benignidad y con mucha indulgencia nos gobiernas, pues cuando quieres tienes el poder en la mano' (Sab 12, 16.18).
Y también: 'El poder de tu majestad ¿Quién lo contará, y quién podrá enumerar sus misericordias' (Sir 18, 4).
Los escritos del Antiguo Testamento ponen de relieve la justicia de Dios, pero también su clemencia y misericordia.
Subrayan especialmente la fidelidad de Dios a la alianza, que es un aspecto de su 'inmutabilidad' (Sal 110, 7-9; Is 65, 1-2, 16-19).
Si hablan de la cólera de Dios, ésta es siempre la justa cólera de un Dios que, además, es 'lento a la ira y rico en piedad' (Sal 144, 8). Si, finalmente siempre en la mencionada concepción antropomórfica, ponen de relieve los 'celos' del Dios de la Alianza hacia su pueblo, lo presentan siempre como un atributo del amor: 'el celo del Señor de los ejércitos' (Is 9, 7).
Ya hemos dicho anteriormente que los atributos de Dios no se distinguen de su Esencia; por eso, sería más correcto hablar no tanto del Dios justo, fiel, clemente, cuanto del Dios que es justicia, fidelidad, clemencia, misericordia, lo mismo que San Juan escribió que 'Dios es amor' (1 Jn 4, 16).5.
El Antiguo Testamento prepara a la revelación definitiva de Dios como Amor con abundancia de textos inspirados. En uno de ellos leemos: 'Tienes piedad de todos, porque todo lo puedes. Pues amas todo cuanto existe y nada aborreces de lo que has hecho; pues si hubieses odiado alguna cosa, no la habrías formado. ¿Y cómo podría subsistir nada si Tú no quisieras?. Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor amigo de la vida' (Sab 11, 23-26).
¿Acaso no puede decirse que en estas palabras del libro de la Sabiduría, a través del 'Ser' creador de Dios, se transparenta ya con toda claridad Dios-Amor (Amor-Caritas)?. Pero veamos otros textos, como el del libro de Jonás: "Sabía que Tú eres Dios clemente y misericordioso, tardo a la ira, de gran piedad, y que te arrepientes de hacer el mal' (Jon 4, 2).
O también el Salmo 144: 'El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con sus criaturas' (Sal 144, 8-9).
Cuanto más nos adentramos en la lectura de los escritos de los Profetas Mayores, tanto más se nos descubre el rostro de Dios-Amor. He aquí cómo habla el Señor por boca de Jeremías a Israel: 'Con amor eterno te amo, por eso te he mantenido con fervor (Jer 31, 3).
Y he aquí las palabras de Isaías: 'Sión decía: el Señor me ha abandonado, y mi Señor se ha olvidado de mí. Puede acaso una mujer olvidarse de su niño, no compadecerse del hijo de sus entrañas?. Aunque ellas se olvidaran, yo no te olvidaría' (Is 49, 14-15). Qué significativa es en las palabras de Dios esta referencia al amor materno: la misericordia de Dios, además de a través de la paternidad, se hace conocer también por medio de la ternura inigualable de la maternidad. Dice Isaías: 'Que se retiren los montes, que tiemblen los collados, no se apartará de ti mi amor, ni mi alianza de paz vacilará, dice el Señor que se apiada de ti' (Is 54, 10).
6. Esta maravillosa preparación desarrollada por Dios en la historia de la Antigua Alianza, especialmente por medio de los Profetas, esperaba el cumplimiento definitivo. Y la palabra definitiva del Dios-Amor vino con Cristo. Esta palabra no se pronunció solamente sino que fue vivida en el misterio pascual de la cruz y de la resurrección. Lo anuncia el Apóstol: 'Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, y estando nosotros muertos por nuestros delitos, nos dio vida por Cristo: de gracia habéis sido salvados' (Ef 2, 4-5).
Verdaderamente podemos dar plenitud a nuestra profesión de fe en 'Dios Padre omnipotente, creador del cielo y de la tierra' con la estupenda definición de San Juan 'Dios es amor' (1 Jn 4, 16).
En suma, nos dice Jesús: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros” (Jn 15,12-17; Jn 13, 34; 15, 17; 1 Jn 3, 11; 1 Jn 3, 23; 2 Juan 5).