lunes, 22 de diciembre de 2014

LA PRIMERA NAVIDAD CELEBRADA POR FRNCISCO DE ASIS




¿DESDE CUÁNDO SE CELEBRA LA NAVIDAD COMO HOY LO CELEBRAMOS?

San Francisco de Asís celebró la primera Navidad.

“Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo del parto; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue” (Lc 2,6-7). Este misterio ha sido pregonado por todos los profetas; así lo dice el Profeta mayor: “Un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. El poder y la gloria reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz"(Is 9,5). San Pablo por su parte dice:  “Cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos” (Gal 4,4-5). Este acontecimiento grandioso para San Francisco significó: Que Dios altísimo se humanizó. Por eso vio conveniente recordarlo a inspiración del mismo altísimo el misterio del nacimiento del hijo de Dios.  

En la Vida primera, escrita por Tomás de Celano en 1228, el primer biógrafo de san Francisco describe con todo entusiasmo cómo celebró nuestro Padre San Francisco la Navidad del año 1223 (Primera escenificación del pesebre) en el pueblecito de Greccio: “Deseo celebrar la memoria del niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno” (1 Cel 84-86). San Buenaventura también se basó en este relato para narrarnos, de forma más breve, el mismo acontecimiento en su Leyenda Mayor, escrita en 1262 (LM 10, 7). Ambos relatos nos relatan sobre la famosa celebración navideña:

El Pobrecillo de Asís quiso reproducir, con la máxima fidelidad posible, un segundo Belén, con el buey y el asno, sirviéndose de una hendidura natural en la roca como cuna para el Niño Jesús, en plena naturaleza y en el corazón de la noche. Pero no sólo quiso reproducir visiblemente el acontecimiento de Belén; Francisco quería también que los asistentes participaran de lo que allí se celebraba y que la celebración les impulsara a una fe más profunda y a una devoción más ardiente. Así pues, invitó a todos los hermanos de los eremitorios cercanos, al igual que a la gente de Greccio y de sus alrededores. Acudió con todos ellos, en solemne procesión, llevando velas y antorchas, al lugar previamente preparado y, una vez allí, empezó la sagrada representación del misterio del nacimiento del Hijo de Dios. Debe subrayarse que una parte de esta celebración nocturna y a cielo abierto consistió precisamente en la celebración de la misa. Francisco participó en ella en su calidad de diácono. Cantó con voz emocionada el evangelio del nacimiento de Cristo, y luego predicó. Pero su predicación no fue una exposición doctrinal, sino más bien una representación mímica. Predicó con el corazón y con las manos, con el rostro y con los gestos, con palabras y con todo su ser. Su cuerpo entero expresaba la plenitud de sus experiencias íntimas. Como dice Celano, cuando pronunciaba las palabras «Je-sús» parecía un niño tartamudo o una oveja que bala.

Tras tan singular e inimitable predicación, que reproducía con gestos más que con palabras el misterio del nacimiento del Hijo de Dios, el hermano sacerdote se acercó junto con Francisco al altar preparado sobre la roca y prosiguió la eucaristía. El misterio de la encarnación de Dios desemboca en el misterio de la redención y en el de la nueva presencia de Cristo glorioso en la eucaristía. Si Francisco proclamó y visualizó mímicamente el nacimiento de Cristo con tanta emoción y expresividad, podemos imaginarnos el fervor con que saludaría después al Redentor que se hacía presente sobre el altar, cómo lo adoraría y con cuánta fe lo recibiría.

La celebración navideña de Greccio fue mucho más que la representación de un misterio. Por su vinculación con la misa, fue una celebración litúrgica cuasi-dramática, cuyo punto esencial consistió, no en la representación de una historia, sino en la actualización y vivencia de un misterio de fe. De hecho, según afirma Celano, la fe, apagada en los corazones de muchos, se despertó a una nueva vida (1 Cel 86b). La liturgia navideña de Greccio no queda anclada en el acontecimiento de Belén, sino que sigue a Jesús hasta el Gólgota (vía crucis en semana santa) y lo reconoce como el Redentor y el Glorificado que desciende nuevamente hoy hasta nosotros y se nos da en la comunión (Santa Eucaristía). Así pues, Belén, la cruz y el altar quedan ensamblados en una misma celebración de fe en Greccio. No es, por tanto, difícil descubrir en todo ello una vinculación con el Salmo Navideño, cuyo rasgo distintivo, como antes vimos, radica en la visión unificada de la cuna y la cruz. En la celebración de Greccio el arco se amplía todavía más, llegando hasta la eucaristía, donde Dios continúa entregándosenos cada día. La Navidad de Greccio fue una fiesta única, y esto en un doble sentido: en primer lugar, porque ni Francisco ni sus hijos espirituales la repitieron; y, además, porque es incomparable e irrepetible.

Por otra parte, no debemos olvidar que, a pesar de toda su singularidad, la expresiva y eficaz representación del misterio de la Navidad en Greccio, si exceptuamos la celebración de la eucaristía, se inscribe dentro de la tradición medieval de las representaciones de los misterios del tiempo navideño.

Así pues, con la escenificación de la Nochebuena, Francisco se halla, por una parte, dentro de la corriente de su tiempo; pero, por otra, la vinculación de esta representación con la eucaristía es un elemento nuevo y presenta rasgos singulares e inimitables que hay que agradecer a las dotes de simplicidad e improvisación de Francisco. Toda su celebración litúrgica cuasidramática está impregnada de la experiencia y transmisión de la fe de Francisco, tan personal, global y sensible. Aquí y en la universal popularidad del Santo radica el que la voz popular quiera presentarlo como el introductor y difusor del belén. Pero el Pobrecillo de Asís no tiene necesidad de esta falsa gloria.

“Haz lo que amas y ama lo que haces y serás feliz”

La felicidad es la única opción que el hombre tiene, pero no se da cuenta. El que hace lo que ama y ama lo que hace ha optado por ser feliz y el éxito que deberá llegar cuando deba. Lo que debe ser será, y llegará naturalmente. No hagas nada por obligación, ni por compromiso, sino por AMOR. Nos dijo San Pablo “Todo lo que hagas, hazlo con amor” (I Cor 16,14) Entonces, habrá plenitud, y en esa plenitud todo es posible, sin esfuerzos, porque te mueve la fuerza natural de la vida.  Dios te puso un ser humano a cargo y ese eres tú. A ti debes hacerte libre y feliz. Después podrás compartir la vida verdadera con los demás. Recuerda a Jesús la respuesta que dio al doctor de la ley: “¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley? Jesús le respondió: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas" (Mt 22,36-40). Reconcíliate contigo, ponte frente al espejo y piensa que esa criatura que estás viendo es obra de Dios y decide ahora mismo ser feliz, la felicidad es una decisión, no algo que te llegará de afuera. Además la felicidad, no es un derecho sino un deber, porque si no eres feliz estas amargando a todo el mundo. Recuerda que una sola fruta malograda echa a perder toda la caja. 

Un sólo hombre, (Hitler) que no tuvo ni talento ni valor para vivir, mandó a matar seis millones de hermanos judíos. Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso en la tierra es tan corto, que sufrir es una pérdida de tiempo. Tenemos  para gozar la nieve del invierno y la flor de la primavera, el cebiche, la sonrisa de un niño, la ternura de una madre, la sabiduría del abuelo, entre tantas maravillas.  Si tienes cáncer o SIDA, pueden pasar dos cosas, las dos son buenas. Si te gana, !te liberas del cuerpo que es tan molesto!: “Tengo  hambre, tengo frío, tengo sueño, tengo ganas, tengo razón, tengo dudas”. Si le ganas a esto males; serás más humilde, más agradecido, por lo tanto fácilmente feliz, libre del tremendo peso de la culpa, la responsabilidad y la vanidad, dispuesto a vivir cada instante profundamente, como debe ser.

En estas fiestas de navidad de qué paz podíamos hablar si hay un niño que se muere de hambre en el mundo. Ayuda al niño que te necesita, ese niño será un día socio de tu hijo, ayuda a los viejos y los jóvenes te ayudarán cuando lo seas. Además el servicio es una felicidad segura, así como gozar de la naturaleza y cuidarla para el que vendrá. Da sin medida y te darán sin medida; dijo San Pablo: “Quien siembra tacañamente, tacañamente cosechará” (II Cor 9,6). Ama hasta convertirte en lo amado, y más aún, hasta convertirte en el ser hecho amor.  Este es el amor ágape, presupuesto con el que Jesús vino al mundo y subió a la cruz. Y así nos lo hizo saber: “Les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros como yo les he amado” (Jn 13,34).

Te invito que pienses unos segundos en el dolor y la miseria de aquel pequeño, de esa pobre criatura, de ese niño abandonado, del niño que deambula carita sucia por las calles y sin el espíritu y ganas de vivir. Porque no encuentran una posada, una gota de afecto, no saben lo que significa oír la voz de su mama: “hijito toma este juguete que te compré por la navidad”. Hoy, y en estos ahora momentos en el mundo cantidad de niños se están muriendo de hambre.

Piensa en el niño que camina comiendo su moquito, cara rajada, labios ensangrentados, sus piececitos llenas de polvo, piensa en ese niño que de la basura rodeada de perros come lo que encuentra, piensa en el niño que duerme en el parque cubierto con unos cuantos periódicos o cartones sucios. Piensa en ese niño que a su corta edad ya sabe lo que es la droga, el alcohol piensa en ese niño que ya sabe agarrar el cuchillo y ya sabe asaltar, pero también piensa en ese niño que a su corta edad y sabe lo que es ganarse un centavo para su pan.

Piensa ese adolescente que a su edad tendría que brillar en sus ojos la pasión por vivir y amar, pero que vive en lamentos y lamentos porque no sabe que es un abrazo de mama o papa, piensa en ese muchachito adolescente que no sabe qué se llama porque nunca se interesaron por su identidad, piensa esa muchachita adolescente que lleva en brazos una bebe, fruto de una violación, piensa esa chiquilla que vende su cuerpo a cambio de unos cuantos centavos miserables.

No es cierto que, muchos de Uds. papás y mamás llegan a la casa solo a dormir y sus niños o sus hijos no saben cómo paso el día, no saben con quienes paso el día, no saben si comieron o no, si fueron al colegio o no, si hicieron su tarea o no y si un día te enteras que tu hijo está durmiendo en la calle envuelto en la droga, quizá ya sea tarde.  Y si llega a casa llega a robar, a pegarte o querer matarte… por eso es importante hablar de una educación seria para sus hijos, una educación humana en base al amor y afecto, y no una educación tradicional, formal o mera instrucción.

El mejor regalo que puedes ofrecerte en estas fiestas de navidad es: salir a la calle, será una bendición de Dios hallar un niño pobre: invítalo a cenar contigo en la noche buena. Entonces podrás decirte: el amor si existe y soy parte de ello o mejor dicho “Dios está en mi” porque: “Vivo yo pero no soy yo el que vive es Cristo quien vive en mi” (Gal 2,20) Por que Dios es amor (IJn 4,8). Entonces si podrás pregonar ¡FELIZ NAVIDAD!




No hay comentarios:

Publicar un comentario